viernes, 18 de septiembre de 2009

Román: vicisitudes habitacionales

Después de casi veinte años de dormir siempre acompañado, siempre con un compañero de cuarto cuyos ronquidos eran como una nana (ironía a raudales), llegó el momento de cambiar de piso en sevilla y acabar en la calle Igueldo (que más tarde descubriría que es un monte del País Vasco). Entonces yo, por primera vez en mi putísima vida, dormí solo.
Solo.
Me metí en mi cama y no escuchaba nada más (bueno, en mitad de la noche saltó un ruidazo metálico de máquina que no va muy bien que me hizo cagarme de miedo, pero eso es otra historia). La cosa es que para mí sigue siendo algo extraño echarme a dormir, mirar por mi cuarto y no ver otra cama ocupada.
Ahora acentuamos más esto, porque ahora también, en mi casita jerezana tengo la habitación para mí (pa mis cojones). ¿Para mí?
¿Para mí?
No, amigüitos.
Ahora, cada fin de semana... cada día de vacaciones que duerma en mi muellosa cama jerezana y mire a la pared de mi derecha, tendré ese cuadro que me ha mortificado siempre con su mirada y que tengo que soportar para que mi madre no haga pucheros. Sí amigos, ateo desde chiquetito y en mi habitación, donde orgullosamente las paredes están decoradas por un póster de Cowboy Bebop y Súper Coco, tengo a Cristo.



Y ya está, esa es la noticia.
Román (Tertius Romanus Sicculus vel Onma)

5 comentarios:

Grupo NT dijo...

Miiiieeeeeee ahhhhh, te escribí una paranoya y no se publicó, y no hay nada que me de más rabia que reescribir comentario, ahhh, no te lo vielvo a escribir, que le den al comentario, eso sí, si algo destruye el cosmos de tu habitáculo dormidil lo quitas, Él nunca te odiará por ello y tú dormiras mejor.

Angelus

Grupo NT dijo...

Pero mí mamá sí me odiará por ello. Esa es la vicisitud.

Román.

Yod dijo...

No os paséis que os asibilo!!!

Grupo NT dijo...

¬¬

Lograi el Luciérnago dijo...

Con Samantha Fox esto no pasaba...