miércoles, 30 de noviembre de 2011

Entrevista a Juan Gil (enlazado)

Como aquí somos amantes de la verdadera curtura, vamos a copiar una entrevista que aparece en el excelentísimo y muy interesante blog: http://www.nosolodeyod.com/2011/11/entrevista-juan-gil-fernandez-academico.html

 , de Lola Pons, profesora en la Universidad de Sevilla. 

Recomiendo tanto el blog como la entrevista.


Entrevista a Juan Gil Fernández, académico de la RAE

El académico don Juan Gil Fernández responde a los lectores de nosolodeyod. Gracias por vuestras preguntas y a él por aceptar esta entrevista.

1. ¿Cuáles son las claves, según usted, para preservar la unidad de este latín del siglo XXI, que continúa evolucionando como lo ha hecho a lo largo de la historia? (Pregunta de Antonio Pedrote). El español ha superado hace dos siglos la prueba más dura: la disgregación del imperio. Ahora puede haber modalidades diversas en la lengua de cada país, pero existe una unidad básica, que facilita el entendimiento común sin la menor traba. La cohesión de las Academias de la Lengua, cada vez mayor, felizmente, permite controlar los excesos hasta cierto punto (por ejemplo, yo he vivido cómo ha acabado por imponerse el horrible ‘a por’, sin que hayan valido de nada los esfuerzos para atajar esa acumulación inútil de preposiciones; por cierto, lo mismo ocurrió en latín vulgar, que gustó mucho de los pleonasmos), mientras que la globalización televisiva, con sus peligros, impide el aislamiento, que es la causa mayor de la fragmentación lingüística: nos unen con estrechos lazos los culebrones.

2. En las filologías de lenguas modernas (y en los nuevos grados), ¿cree que el conocimiento del latín debe ser fundamental? (Pregunta de Manuel Piqueras). A no ser que se dedique uno a la literatura occidental contemporánea (y ni aun así), el conocimiento del latín ayuda considerablemente a entender el desarrollo de las literaturas vernáculas hasta el siglo XVIII. Me refiero a Europa, claro está, si bien en el siglo XIX y aun a principios del XX los arabistas traducían los textos que editaban no a su lengua materna, sino al latín. Y sí, creo que saber latín es fundamental para quien se dedique a historia de la lengua, y no sólo para estudiar los orígenes.

3. Podría indicarme una buena fuente de información sobre cómo sonaba el latín, dentro de lo que podamos saber hoy, tema en el que, entre americanos y daneses me tienen un poco despistado (Pregunta de Chus).Dos libros excelentes sobre la cuestión son el de A. Traina, L’accento e la pronunzia del latino, Bolonia2, Pàtron, 1963 y el de W. Sidney Allen, Vox Latina. The Pronunciation of Classical Latin, Cambridge, Cambridge University Press, 1965.

4. ¿ Qué opina de aquellos que piensan que es absurdo mantener dos grafemas para representar un mismo fonema, o un grafema para representar el grado cero fonético? Me refiero a los grafemas k/qu, b/v y h. ¿Le parece económico seguir usándolos?¿Cree que sucumbirán a la reducción algún día? (Pregunta de Antonio Pedrote). Es una pregunta a la que intentó contestar en el siglo XVII un gramático de lógica implacable como Correas, sin mucha aceptación, todo hay que decirlo. A mi juicio, el castellano simplificó quizá en exceso la ya muy simple ortografía latina. En principio, aunque ahora ya no tenga remedio, no me hubiera parecido mal tener un mayor apego a las formas originales de la lengua griega, como hizo el latín al mantener las oclusivas aspiradas. Esa fue la solución que propugnó en el siglo XVI Fernando de Herrera. En efecto, la conservación de esas grafías permite distinguir en francés entre eschatologie y scatologie, una palabra que suena igual en castellano, escatología, o entre las diosas Tethys y Thetis, que en castellano se confunden las dos en Tetis. Así se evitaría, además, un doblete como efímero yefeméride (distinción que en francés se podría mantener, si se quisiera: ephimère‘atractivo’ y ephémère ‘efímero’). Pero es verdad que en la lengua predomina la ley del mínimo esfuerzo; y así hay quien escribe hoy sicología, sin saber que esa sería la ‘ciencia de los higos’ (de la misma raíz que sico-fanta).

5. ¿Pensando el nuevo diccionario histórico de la RAE, y tomando como modelo al Oxford, qué diferencias vamos a encontrar entre ellos?(Pregunta de Pablo Cordero).El nuevo diccionario histórico, al aprovechar las experiencias de los diccionarios anteriores, evita sus fallos y carencias. Pero debo decir que no he trabajado personalmente en ese diccionario, de modo que no puedo exponer con conocimiento de causa sus diferencias con el de Oxford, un diccionario que es realmente un monumento de erudición.

6. La cada vez más frecuente compartimentación del saber en el ámbito universitario, ¿está poniendo en peligro el espíritu humanista? ¿Qué senda debe seguir el humanismo del siglo XXI? (Pregunta de Yago del Rey). Desgraciadamente, el espíritu humanista tiende a reducirse cada vez más. Un griego podía saber de todo y los “filósofos” (amantes del saber) hacían teorías sobre el universo y tenían conocimientos técnicos. Por eso resulta tan refrescante su lectura, porque se ve cómo planteaban el problema y cómo razonaban para intentar resolverlo. Todavía un hombre del siglo XVII como Descartes pudo hacer avances en muy diversos campos. Hoy eso parece casi imposible. La superespecialización tiene sus ventajas, pero también puede conducir a un cierto embrutecimiento, porque al final se corre el riesgo de que se produzcan esotéricas discusiones de salón, muy alejadas de la realidad y de los textos, solo buenas para obtener sexenios. Y debo confesar con cierto rubor que, normalmente, son más abiertos los “científicos” a las letras que los “letrados” a las ciencias.

7. ¿Qué diferencia distingue a estudiosos como Amador de los Ríos o Menéndez Pidal de los investigadores actuales?¿Qué motiva esas diferencias?¿Existen "grandes" como aquéllos en la actualidad?¿Tendría sentido hoy día esa forma de investigación?¿Es la especialización el futuro que le espera a la investigación? (Pregunta de Sicamú).Los grandes filólogos de antaño no daban muchas clases, tenían a muchos discípulos trabajando en una labor de equipo (por ejemplo, los ficheros de Menéndez Pidal son creación suya, sí, pero también de toda una legión de estudiosos: colegas, alumnos, parientes), carecían de teléfono, internet y televisión y gozaban de inmensa autoridad: todo el mundo respetaba su trabajo. Hoy el profesor tiene más ataduras, dispone tal vez de menos tiempo para la investigación, se enfrenta encima a una bibliografía totalmente desbocada y, para colmo, no cuenta con el reconocimiento de la sociedad. Pero eso no explica del todo el bache. Tampoco hay un Ortega. Quizá la causa esté en que, imitando la pedagogía de los Estados Unidos, lo que se procura hoy es que el país mantenga un buen nivel, pero sin que nadie descuelle; en definitiva, se evita la excelencia, salvo en el deporte (que ya no es deporte en su sentido primitivo, sino que se ha convertido en una competición malsana y destructiva para quien la practica).

8. ¿Qué le atrajo hasta la filología clásica? (Pregunta de Pablo Cordero). Me eduqué en un colegio de Madrid, Estudio, muy volcado hacia las letras. También influyó en mi vocación mi hermano Luis, que es, además de catedrático de Griego, un docente extraordinario. Tuve la suerte de tener los mejores profesores de Filología Clásica en la Universidad complutense, en la que descollaban, sobre todo, los helenistas.

9. ¿Qué piensa usted acerca de la autoría de El Burlador? (Pregunta de Manuel Piqueras). Como he escrito en mi discurso, me parece correcta la postura de Menéndez Pelayo: mientras no se demuestre lo contrario, más vale aceptar lo que dice la tradición (y, en este caso, la atribución a Tirso viene de la princeps) que arriesgar teorías sin fundamento.

10. ¿Por qué un discurso dedicado a Don Juan, más allá de la coincidencia antroponímica? (Pregunta de Lola Pons). Porque me permitió abordar un tema desde dos perspectivas diferentes: la literatura clásica y la literatura castellana. Además, viviendo en Sevilla, ¿qué tema mejor podría haber propuesto? Para mayor felicidad, pronuncié el discurso en vísperas del día de Difuntos y vestido de negro (hasta la pajarita era negra como la vida misma).

11. ¿Cómo recibió la noticia de que iba a ser nombrado miembro de la Real Academia Española? 

La prensa,en general,no suele hacerse eco de estas noticias y siempre he tenido curiosidad de cómo le comunican la noticia. ¿Qué sintió justo antes de dar el discurso de ingreso y de quién se acordó? (Pregunta de Joaquín Borge). Al terminar la sesión de la Academia, me llamaron por teléfono a mi casa quienes me habían presentado. ¿Que qué sentí? Antes de entrar en la sala de actos, se queda uno solo en la espléndida biblioteca de Dámaso Alonso, a la espera de ser llamado. Me hubiera gustado haber tenido en ese instante un pensamiento genial, pero desdichadamente no se me ocurrió nada memorable: estaba demasiado concentrado en mi discurso. Lo que sí sé es que fueron unos minutos de sosiego placentero -¡y sin nervios! Todavía no comprendo mi ataraxia- que se pasaron volando. Luego, al paseíllo.

12. ¿Hasta qué punto "quomodo facbula sic vita"? (Pregunta de Laura). La vida es un teatro: ya lo dijo Calderón. Y muchos antes que él. El propio Augusto, según cuenta Suetonio, antes de morir dijo a los que rodeaban su lecho: “Aplaudid”, esto es, les lanzó la exhortación que dirigía al público el actor cuando terminaba la representación. Pero eso, en vida. Me parece chabacana la moda actual de aplaudir a un féretro.

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